Un número creciente de usuarios está reportando un fenómeno cada vez más común: el móvil amanece con 100% de batería, pero al mediodía ya está al borde del colapso sin haberlo utilizado de forma intensa. La causa no suele ser un fallo del equipo, sino aplicaciones que consumen energía en segundo plano a través de procesos invisibles que mantienen el procesador activo incluso con la pantalla apagada. Este comportamiento, asociado a los llamados wakelocks, impide que el dispositivo entre en modo de reposo profundo y provoca calentamiento y pérdida acelerada de autonomía.
Las plataformas más demandantes suelen ser las redes sociales. Aplicaciones como Facebook, Messenger, TikTok o Instagram ejecutan tareas constantes para sincronizar datos, actualizar ubicaciones o precargar contenido, lo que se traduce en un consumo energético permanente. TikTok es uno de los casos más agresivos, ya que mantiene procesos activos después de cerrarse para garantizar fluidez en el desplazamiento de videos. A esto se suman apps de utilidades que prometen “optimizar” el teléfono pero que permanecen trabajando de manera continua, así como widgets climáticos o antivirus gratuitos que monitorean el sistema sin pausa.
También las aplicaciones de citas contribuyen al gasto excesivo de batería, debido a su dependencia del GPS para localizar usuarios cercanos. Plataformas como Tinder o Bumble requieren una geolocalización precisa, lo que obliga al teléfono a activarse repetidamente para actualizar la información. Servicios de streaming como Spotify, Netflix o YouTube añaden otra capa de consumo cuando descargan contenido, ejecutan procesos automáticos o reproducen videos sin supervisión.
En muchos casos, el propio sistema operativo puede ser parte del problema. Android experimenta drenajes cuando los servicios de Google Play quedan atascados en sincronizaciones fallidas, mientras que en iOS la indexación de fotos o la búsqueda de Spotlight puede disparar temporalmente el consumo tras una actualización del sistema.
La buena noticia es que la mayoría de estos comportamientos pueden controlarse. En Android, restringir el uso en segundo plano desde el menú de batería suele marcar una diferencia notable. En iPhone, desactivar la actualización de fondo de las aplicaciones evita que se activen sin que el usuario lo sepa. Otra alternativa es usar versiones “Lite” o recurrir a la versión web de redes sociales para reducir el impacto energético. Sin embargo, cuando la batería continúa drenándose incluso tras aplicar estos ajustes, es posible que el desgaste físico sea el verdadero responsable, especialmente si la salud de la batería cae por debajo del 80%.
La recomendación de los expertos es revisar periódicamente qué aplicaciones consumen más energía, ya que las actualizaciones constantes pueden convertir una app eficiente en una devoradora de batería de la noche a la mañana. Mantener este monitoreo es clave para garantizar que el teléfono llegue al final del día sin sobresaltos.
